Por qué leer: los libros te hacen libre

por qué leer, el libro libre

Leer es a la mente lo que caminar al cuerpo. ¿Por qué leer? ¿Por qué caminar?

¡Buenos días contentos!

El cuerpo, la mente, el universo necesitan movimiento. Todo se mueve continuamente, la vida. Si se adormece se enquilosa y se atrofia. 

Nuestro cerebro ha de regarse a menudo con letras, dibujos, meditación, música, arte.

Los libros son el gimnasio del cerebro. Lo moldean, lo agrandan, lo expanden, lo confunden, hacen que quieras más, investigar más, más historias, más información, más puntos de vista, más vocabulario, más inquietud, más flexibilidad y, sin saberlo, más intelectualidad. 

La lectura te hace libre porque te fabrica una mente poderosa, y cuanto más poderosa, menos manipulable. ¿Cómo hacerlo? Es fácil, no tienes que hacer nada, ningún esfuerzo descomunal, sólo leer. 

Bueno, miento, al principio sí, cuesta; pero es como todo, como conducir o ir en bicicleta. Empiezas con todos los sentidos alerta, con rechazo, demasiado pendiente de todo para que nada falle y te pegues una piña. Pero después, cuando coges inercia, adaptas los movimientos y los vehículos pasan a ser una extensión de ti, ¡oh, qué bien vas! Cómo lo disfrutas, cómo te empiezas a fijar en otras cosas: las vistas, el sonido, los giros, el viento, el placer de sentir los pedales en los pies, el volante en tus manos… te sientes libre, y es genial.

Leer es igual. Empiezas a trompicones, intentando descifrar las letras, pendiente de parar en los puntos, hacer bien las comas, la entonación de las preguntas. Y cuando superas esto y ya dejan de existir las hojas para sólo haber historias, consejos, miedo, estupefacción, sonrisas, enseñanzas, tristeza, sorpresas… lo que te hacen sentir las letras, es entonces cuando llega tu libertad.

Y no hay nada mejor en el mundo que sentirse libre, que no es lo mismo que serlo. Para ser libre, libre de verdad, libre de pensamiento, tienes que sentirlo, tienes que leer.

Te recomiendo mi lectura

¿Por qué leer? Porque existe un libro en el ancho mundo muy bonito que necesitas: Buenas noches contentas. Si tienes entre 8 y 123 años, es perfecto para ti. Léelo y dime qué te parece, es muy importante para mí tu parecer y te lo agradezco mil.

¿Te acabo de endosar una propaganda de manera vil y fuera de lugar? Sí. 😋

Me perdonas y a cambio te regalo una historia:

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«El libro libre»

«Un libro fue abandonado junto con otros cuatro compañeros en una acera al lado de un contenedor de basura. Estuvieron los cinco ahí apilados durante todo el día. Veintitrés años atrás el libro fue creado y transportado a una librería, y tres días más tarde lo llevaron a vivir a una casa. Lo leyeron una vez, lo depositaron en una estantería y ahí se quedó. Esporádicamente lo movían del sitio para desempolvar su habitáculo y a él mismo y en menos de diez segundos era devuelto a su mismo lugar. Al principio esperó ansioso a que más manos le transmitieran amor y vida de nuevo, sin embargo fueron pasando los días, los meses, los años sin que nadie volviera a abrirlo, y se aletargó. De vez en cuando entraba en cólera pensando que estaba siendo desaprovechado, que tenía tanto por decir y sabiduría por transmitir… Una leída sólo lo había dejado casi intacto: apenas tenía huellas; y él había sido creado para ser absorbido de conocimiento, manoseado, subrayado, marcado, necesitaba las cicatrices que todo buen envejecimiento merece. En cambio, ahí estaba él, un viejoven impoluto sin tan siquiera olor a libro viejo. Una vergüenza para el gremio. Hasta que llegó ese día, que lo cogieron y lo juntaron a otros cuatro libros y los dejaron en la calle. Eso de estar a la intemperie no le gustó nada, y supuso que a los colegas entre los que se encontraba, tampoco. Después de varias horas, al anochecer, alguien cogió el lote de libros y lo llevó a una nueva casa. Nuestro amigo estaba emocionado y esperaba ser leído el primero, antes de volver a reposar a una estantería. Sin embargo, notó cómo le pegaban un trozo de papel con precinto en la portada y vio que lo mismo le hacían a los otros, y ante su tremenda sorpresa, volvieron a salir a la calle. Notó con espanto que lo dejaban de nuevo en el exterior, sobre el banco de un parque. Sus homólogos también estaban esparcidos en diferentes zonas: tobogán, columpio, y otros dos bancos. No sabía qué iba a pasar y estaba un poco asustado, y pensó que eso era un castigo por haberse quejado cuando estaba en su estantería de toda la vida. Amaneció y salió el sol, y el parque empezó a llenarse de personas pequeñas acompañadas de personas grandes. Una de esas personas grandes se sentó en su mismo banco, lo cogió y leyó en voz alta la anotación que por lo visto llevaba el papel que tenía pegado en la portada. Rezaba así: «Soy un libro libre. Léeme y vuelve a dejarme libre para que más gente pueda leerme y yo pueda seguir siendo… un libro libre.»

Acto seguido lo abrió y empezó a absorber su historia. Y fue así como nuestro querido libro empezó a envejecer como Dios manda, con sus cantos y páginas desgastadas, con escritos adicionales en sus márgenes que lo enriquecían, muy leído, y al igual que Dobby, liiiiibreeee.»

Gema Vicedo Ramón, hacedora de historias. 

Plumas negras.

¡Buenas noches contentas! 🙂

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