- No tienes cojones.
Me quedé de una pieza.
Vacío. Sin pensamientos. Tu cara soberbia me retaba con desprecio.
Entonces comprendí que estaba harto de ese desprecio perpetuo. De que no agradecieras nunca nada. De que me dejaras en ridículo delante de cualquiera, desde mis amigos hasta la cajera del supermercado. De que me trataras como un ser inferior. De que me exigieras constantemente, de que todo te pareciera mal. De que fueras injusta conmigo. Harto de tus eternas botas planas, tu descuido al vestir, tu poca feminidad. Harto de ti.
Viéndote una vez más la cara de triunfadora, me di cuenta. Ya no me iba a dejar someter nunca más.
Porque, ¿sabes qué me pasó en ese momento? Que me quise. Me quise como el hombre que era.
Bajé de tu coche, contenido y liberado por primera vez desde hacía mucho, mientras tú me cacareabas desde dentro. Y antes de cerrar me despedí, dándome el gusto:
- No tienes tacones.
♥
Ella es Gabriel.