Los sueños. Esas realidades paralelas sin límites de espacio ni tiempo donde todo es posible y extremo. Ni la imaginación más perversa puede a veces recrear situaciones como las que perpetra nuestro inconsciente (o quien quiera que se encargue de tejer sueños).
Ya se lo dijo Albus Dumbledore a Harry Potter cuando lo encontró mirando el Espejo de los deseos: «No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir». Porque ese espejo, el de Oesed (Deseo escrito con las letras en orden invertido), muestra los «más profundos y más desesperados deseos de nuestro corazón».
Y es que hay veces que te vas a dormir deseando soñar con un ser inalcanzable (por lo inmaterial que ya es) con la esperanza de que el sueño te eleve, y una vez libre de tu cuerpo podáis contactar el otro ser y tú, espíritu con espíritu, con toda tu consciencia, eso sí.
El resultado nunca es como uno proyecta, porque aunque hay veces que te despiertas y sientes que el sueño ha sido real, no has tenido el control consciente que suponías ibas a poseer. Incluso hay veces que el mensaje que te ha transmitido el ser anhelado no te convenía recibirlo. Es entonces cuando dices: «para esto más valía la pena no haberte soñado».
Dejémoslos ahí y sigamos viviendo porque, como aclaró Calderón de la Barca: «los sueños, sueños son».
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Gema Vicedo Ramón.