Chándal con tacones.
«Tu madre lleva chándal y tacones». «¿Quién es? Una que lleva chándal y tacones». «¿Es verdad que tu madre lleva chándal con tacones?» Mis hijas se quedan a cuadros: «Mi madre no lleva chándal y tacones». Me encanta la percepción que la gente tiene de mí. Es cierto que no llevo chándal con tacones, pero también entiendo que la impresión que doy sea esa y he de decir que me satisface enormemente.
Poco, miento, nada me importa que se me encasille en algo tan esperpéntico como la imagen que me viene a la cabeza: una foto ochentera con el pelo cardado y rulos de permanente fijados con laca, chándal azul de triple galón blanco en mangas y perneras, cinta en la frente recoge-sudor, calcetines blancos con dos rayas superiores, una roja y otra negra y unos brillantes salones rojos. Nunca me he vestido así… literalmente.
No es extraño verme en verano con mi camiseta de fútbol, especialmente cuando el equipo pierde, con pantalones cortos y tacones (el fútbol me es indiferente, lo de la camiseta simplemente es para llamar la atención). O pantalones bombachos (los adoro, me vuelven loca) con trozos de media, o de leotardos cortados, o de mangas de jersey cubriendo mis pantorrillas y salones con los pies desnudos, o calcetines con sandalias de tacón (exquisitas para el invierno). Supongo que esta vestimenta es la que, pasando los filtros mentales y simplificando, da como resultado: chándal y tacones.
Y es que, como dice María Abad Renovell en su artículo La importancia de la imagen como marca personal, realmente estás transmitiendo involuntariamente una impresión acerca de tu persona al resto de la gente a través de tu atuendo. Particularmente defiendo que el calzado determina el estilo de tu indumentaria; ahora bien, demostrado dejo que el público ve a la persona toda en un conjunto y la etiqueta de modo que algo estrafalario se convierte en: chándal y tacones. Yo ostento con orgullo esa etiqueta ya que, aunque falsa, me distingue. Ya lo dijo Jack Sparrow cuando le espetaron: «Sois el peor pirata del que he oído hablar», a lo que él respondió: «Pero habéis oído hablar», que a fin de cuentas, es lo que interesa.
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Yo soy Gema Vicedo y Ella es Gabriel.