Se ha roto o presientes que se va a acabar (como la canción de La oreja de Van Gogh, Puedes contar conmigo: «mi mundo ha empezado a temblar, presiente que se acerca el final»). Caes en un hundimiento anímico horrible del que crees que nunca saldrás. Si lo que sientes es amor del bueno, te puedes encontrar con dos situaciones:
1- Vives solo y te sientes absolutamente desdichado, dejado de la mano de Dios, abandonado. A no ser que tengas que salir a trabajar, a cumplir con algún horario o alguna obligación que te saque en contra de tu voluntad, vas a dejar que los tentáculos de la cama te atrapen y no te suelten jamás. Cuando por fuerza mayor te levantas estás tan apático, tan triste, tan vacío, que se te van saliendo las lágrimas. Eres la persona más desgraciada del mundo. Si te pudieras largar, dejarlo todo, irte al sur, o al norte, adonde sea que haya muebles diferentes, calles distintas, caras desconocidas. Pero siempre hay algo que te ancla y te obliga a seguir soportando tu desdichada situación. Te das lástima a ti mismo y sientes que vas en sentido contrario a todo el mundo. Estás desolado.
2- Vives con más gente. Tienes obligaciones caseras aparte de las laborales que te impiden tener libertad para llorar cuando lo necesitas, tienes que aguantar las lágrimas hasta la noche, cuando los demás duermen, y hacerlo en silencio para no despertar a nadie. No alterar sus sueños, no levantar sospechas. Tienes que disimular, aunque sea mal, que estás mal, que te estás ahogando en tu propio vacío interior. Tu espacio para la intimidad es tan limitado que cuando no puedes aguantar más huyes al baño para liberar tensión sentándote en el suelo cubriéndote la cara con las manos, respirando aceleradamente, y cuando oyes que alguien se acerca o te llaman, lavándote la cara a toda prisa antes de salir para que todo siga bien. Control para no delatar que te estás deshaciendo por dentro. Control para suavizar el rostro demacrado. Control para sonreír a la fuerza. Aún así, todo tu esfuerzo no va a alcanzar para estar como si nada y algo de tristeza se te va a escapar, que alguien de tu entorno captará al vuelo: «¿estás bien?», a lo que tú contestas, obviamente: «sí, es que estoy cansado».
Las dos situaciones son un arma de doble filo. Con la primera te sientes más solo que con la segunda, y con la segunda te sientes más atrapado que con la primera. En la primera eres libre para llorar y caminar como alma en pena por tu casa a toda hora y en la segunda tienes que aguantar la agonía y mantener la compostura hasta tener la oportunidad de estar solo para liberar lágrimas, que puede no ser posible hasta que llegue la noche. En la primera tienes permiso para alargar tu tristeza y pasar tu duelo en paz, en la segunda no hay tiempo ni espacio para remilgos, así que te toca espabilar a la fuerza bruta.
El que está en la primera situación piensa: si tuviera a alguien aquí para poder desahogarme y no sentirme tan sólo. El que está en la segunda situación piensa: si pudiera estar sólo y poder tener la libertad para al menos poder llorar.
Como todo, un arma de doble filo. Anhelamos lo que no tenemos y no valoramos lo que nos rodea.
O sí.
Casi nunca hay elección, uno vive lo que le toca. Tienes permiso para estar mal, mas ante todo tienes la OBLIGACIÓN de SEGUIR.
♥
Yo soy Gema Vicedo y Ella es Gabriel.
Es precioso amiga pero tu puedes eligir y ser solo tu porq aveces aunq estar con gente se siente solo.
Me encanta tu escrito y animo
¡Hola amiguet! Lo primero, supergracias por escribir en el artículo y muy emocionada de que te haya gustado. Eternamente agradecida. Y lo segundo, totalmente cierto, una persona puede estar rodeada de gente y sentirse sola. Las condiciones externas muchas veces no son condicionantes del estado interior de cada uno. En un capítulo de una serie que yo veía, «La Alquería Blanca», una chica se lleva una decepción terrible al estar enamorada de un chico y creer erróneamente ser correspondida. Cuando el chico la rechaza ella está muy mal y su hermano le dice: «Pasará», a lo que ella le responde: «Ya sé que pasará, pero mientras pasa…». Y es que, después de la ruptura, tarda en llegar la calma. Paciencia y fuerza. Muchísimas gracias, Abdel 🙂