- «No tienes cojones».
Lo dije con rabia. Con desprecio, que es lo que sentía en ese momento. Sabía que te hundiría, como era mi intención.
Sin embargo, el efecto que esperaba hicieran mis palabras en ti fue diametralmente opuesto; parece que era justo el detonante que te faltaba. Te cambió la expresión de forma radical. Me clavaste los ojos entrecerrados acompañados de una altivez que hasta ese instante no conocía, y supe que acababa de perder.
- «No, tengo tacones».
♥
Ella es Gabriel.