Tacones de cierre

Tacones de cierre

El cierre de tus tacones

Las canciones en inglés son fantásticas mientras no sabes su traducción, siempre decepcionante. Yo no me equivoqué contigo. Sabía que no me iba a equivocar.

El inconveniente fueron los hemisferios: tú pertenecías al opuesto. Tan de verano, tan de risa insensata, tan de desnudez. El mío calculador, de niebla perenne y deshoras. Aún así me sentía afín a ti. Puede ser que tuvieras razón al abandonarme. Tú necesitabas al dios sol y yo era demasiado frío contigo, según tú. Hice lo que pude. Es curioso, yo me sorprendía a mí mismo porque no sabía que podía llegar a ser tan tierno y tú me reprochabas que no lo fuera. Que no cubría tus necesidades, me decías. Yo te miraba sin comprender.

La niebla me sienta bien, me da vigor. Después de demasiados días azules ya no me recordaba en mi esencia. Y ahora que soy yo de nuevo, conduciendo bajo este cielo plomizo y escuchando a Ed Sheeran sé que no me equivoqué contigo, aunque lo último que me espetaste fue que fui tu error.

Te fuiste amargada, sin dar el fuerte portazo que yo necesitaba oír. Fue como dejar las cosas a medias, como un acabar flojo. Me dio rabia esa ligereza al cerrar. Y me dio más rabia cuando, sin saber qué hacer, entré en el dormitorio y vi tus tacones negros en el suelo.

Cogí uno y me senté en la cama. Lo chupé, y lo apreté contra mi miembro de repente endurecido. En ese momento llamaron el timbre de la puerta y fui a abrir alterado. Eras tú. Te dirigiste directa al cuarto y te paraste en seco al ver un zapato tuyo encima de la cama y otro en el suelo. Supiste que yo lo había estado tocando. Hubiera querido que un rayo me hubiera matado en ese momento. Te sentaste en la cama para ponerte los tacones. Claro, imbécil, debí haberlo pensado, a la calle nunca sales sin tus tacones. Yo estaba allí de pie, gilipollas perdido, mirándote cómo te calzabas. Te levantaste, ahora más alta, y pasando casi rozándome y sin mirarme os alejásteis, tú y tus tacones; y ahora sí, un contundente portazo en toda regla que me partió el alma.

Sabía que no me equivocaba contigo.

Ella es Gabriel

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *