Supongo que presentía el final desde hacía algún tiempo, pero eso que no quieres verlo, que no quieres admitirlo, y cuando por fin sucede, piensas: lo sabía.
Estuve bastante tiempo aturdido. Entiendo que lo alargabas porque te resistías a un cambio en tu vida. Estabas conmigo por costumbre y te daba vértigo sentirte sola, aparte de que te sabía mal cortar conmigo para no herirme. No te reprocharía nada si no fuera porque mi presentimiento duró demasiado, más de medio año. Yo te lo decía, que te veía rara, y tú nada, negándolo todo; pero a mí no me engañabas. O era yo el que me engañaba solo. Me obligaba a creerte y a silenciar mi instinto.
Al final te decidiste después de mucha tensión por aguantar tanto fingimiento. Lo mío, lo que yo sentía, era real, auténtico. Estaba tan enamorado que no me cabía en el pecho que tú no lo estuvieras de mí. Un amor no correspondido en toda regla. Lo pasé muy mal. No sabía que se podía estar tan colgado por alguien. No me reconocía. Yo, que siempre lo había superado todo rápido, dos días chungo y al otro reparado y de fiesta. Esta vez no podía levantar cabeza.
No sabía que me enloquecían los tacones hasta que entraste en mi vida. Cuando vi tu colección me pareció de un capricho pijo elevado. Yo sólo tenía unos zapatos para bodas, dos pares de deportivas y unas zapatillas de invierno que usaba todo el año.
- ¿Para qué quieres tantos tacones? Si no te los vas a poder poner todos.
Y tanto que te los ponías todos. El mismo día podías cambiar tres o cuatro veces de modelo. Te extrañabas de que yo no tuviera chanclas para el verano cuando tú te ponías tus sandalias en invierno; con calcetines. ¡Lo mío era lo normal, no lo tuyo! A lo mejor te cansaste de un tío normal como yo.
Ahora voy por la calle mirando los pies de la gente. Cuando veo unos tacones levanto la vista para identificar a la propietaria, por si eres tú. No te he vuelto a ver desde entonces. Estuve mucho tiempo volviendo a casa decepcionado por no haberme cruzado contigo. Actualmente, aunque ya hay días en los que no te pienso, la tendencia de mirar los zapatos de la gente se ha convertido en una costumbre y empiezo a apreciar la importancia del calzado.
Tenías razón, los zapatos son el detonante, lo cambian todo.
Hace una semana que estoy usando a diario mis zapatos de las bodas. No te lo creerás, pero me siento especial. Mañana voy a comprarme otros y alguna cera para dejarme estos bien lustrosos.
Los zapatos me han hecho sentir poderoso; y olvidarme de ti.
Y acordarme de ti.
♥
Ella es Gabriel.