La Edad Media, también conocida por Edad Oscura.
Ha estado habitando en mi pecho un corazón lanceado, deforme por costuras improvisadas con puntadas a toda prisa, empequeñecido, endurecido y, finalmente, inerte.
Los últimos tacones me dieron la estocada final que hizo que me retirara del ruedo. Me acostumbré a vivir así, en penumbra, en mi particular Edad Oscura, y confieso que mi entorno me lo ha puesto relativamente fácil. Como por arte de magia, como un favor del universo, dejé de oír ese sonido sensual de quien taconea mientras camina, porque se pusieron de moda las zapatillas deportivas de ciudad y me liberaron de escuchar provocaciones innecesarias.
Como toda evolución que se precie, después de la Edad Oscura vino el Renacimiento, y a mí también me tocó mi parte.
Un día, cuando menos lo esperaba, mientras vivía ya acostumbrado a ese resto de órgano que latía en mi pecho, escuché unos tacones pasar cerca de mí. Los sentidos se me erizaron y se me desplegó el corazón cual flor que explosiona para exhibirse a las anhelantes abejas.
La miel de tus tacones me trastocaron; la luz de tu caminar, como quien no quiere la cosa, me sacaron de mi Edad Oscura.
Me dices que tú no querías la cosa. Cariño, yo tampoco la quería, fue el universo el que decidió que me arrancaras esta oscuridad con tus tacones renacentistas.
♥
Ella es Gabriel.
Sin palabras
¡Supergracias! 🙂 ♥