Tacones y alergia

Tacones y alergia

ALERGIA Y TACONES

Fue un día de alergia potente que me tenía en extremo irritado. Tenía unas ganas de encerrarme en casa y alejarme del mundo fuera de lo normal. El intenso sol que me obligaba a casi cerrar los ojos llorosos aún me fastidiaba más. Rascándome el paladar con la lengua en un intento de aplacar el picor que se conectaba a los oídos y a la garganta. Insoportable. El asiento del copiloto lleno de pañuelos de papel usados que iba reutilizando, palpando en busca del menos mojado y destrozado. Conducir en estas condiciones es peligroso, sí, pero a ver qué haces. Media hora intentando estornudar que a veces se queda en nada; no hay sensación peor que no poder culminar el cosquilleo con un estornudo magnífico. En fin, soportando la sobrevalorada primavera. Con lo bien que se vive en invierno.

La cuestión, que llegué a casa y me duché con agua tibia. Creí que el agua se llevaría el picor pero qué va, el condenado seguía ahí. Aunque sabía que necesitaría al menos una hora para que se calmara, uno siempre quiere que las cosas pasen ya.

Y a la mínima que empecé a sentirme aliviado de la presión en la nariz decidí llamarte.

Te quería conmigo.

Desnuda por casa y con los tacones puestos.


Ella es Gabriel.

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