Ni tacones ni perfume

Ni tacones, ni perfume…

Si te bajas de los tacones

No es que me guste especialmente Melendi pero oyéndolo he revivido mi carne en la tuya. Esa piel que tienes contra la que me precipito como un loco descontrolado. Cuando te bajas de los tacones te quedas allá abajo. Ya ves, yo que siempre las he preferido altas; nunca fuiste mi tipo.

Tengo alguna vecina que usa tu mismo perfume; me has dicho mil veces cuál és pero no se me queda. Si salgo a la escalera y me penetras por la nariz es como si me clavaras de nuevo tus tacones en los muslos, que aparto cuando pliegas tus piernas sobre mí, con la poca consciencia que me dejas en esa situación. Cierro los ojos rememorando el momento de tenerte y me tengo que apoyar en la pared de la escalera. Caigo en un pozo muy profundo, como cuando estaba contigo. Te echo tanto de menos. Me ahogo en mi propia congoja.

No te voy a llamar, ya no. Abro los ojos; me recompongo. Ya no. Ni tacones, ni perfume, ni hostias.

Ella es Gabriel.

Ni tacones ni perfume
Tu mismo perfume en mi escalera.

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