Tacones anormales

Tacones anormales

TACONES INFORMALES

Hoy he hecho una locura de las tuyas.

  • ¿Es que no te puedes sentar como las personas normales? 
  • Me gusta sentarme en el suelo.

Odio las extravagancias, la gente que intenta sobresalir como sea. Me gusta la vida ordenada, la casa ordenada, la mente ordenada. 

  • ¿Te parece normal tener libros por el suelo?
  • Eeeeeeh, sí.

Me revientan los dibujos abstractos. Son de niño de tres años. A cualquier cosa la llaman arte. 

  • Pareces un fantoche en tu foto de perfil.
  • Estoy fabulosa.

Me atrae la elegancia. Los tacones me vuelven loco. Tacones con medias, mujeres de bandera que se cuidan y cuidan la apariencia, de alfombra roja. Lo que se salga de ahí es patético.

  • Tacones con calcetines y chaqueta de chándal. Arreglá pero informal, ¿no?
  • No me encasillo, voy a la mía.

Y tanto. 

La compostura, mantener la compostura. El saber estar. Te lo comporté todo hasta el momento, todo. Pero la vergüenza que me hiciste pasar en el entierro de mi amigo no te lo perdono.

  • Estate quieta.

Estabas con los ojos cerrados, con lágrimas en la cara, moviéndote, levemente, pero moviéndote al ritmo del coro: «Alma de Cristo, santifícame, cuerpo de Cristo, sálvame…»

  • Estate quieta, estamos en misa.
  • Es mi canción favorita, mi cuerpo se mueve sólo.

Hace tres años que lo dejamos. 

Ahora tengo una novia magnífica. Se sabe comportar como debe y es una fiera en la cama. Perfecta para mí. Somos animales de costumbres: cada cosa en su sitio, cada tiempo bloqueado, la mayoría planificado. Vivo estupendamente y por fin he encontrado a mi media naranja. Además es rubia y con curvas. 

No como tú.

Por azar, o fisuras del destino, hace dos días vi detrás de la cortina del salón un párrafo escrito en la pared con bolígrafo azul. De momento entré en cólera; escribir en la pared sólo podía haber sido cosa tuya, sin duda. ¿Desde cuándo estaba eso ahí? ¿Cómo había pasado tanto tiempo sin yo verlo?  ¿Cómo se te ocurrió escribir en Mi pared? Esta rotura temporal supuso un desequilibrio espacio-tiempo. Lo pasado, pasado, no correspondías en mi presente. Aún así me agaché con curiosidad a ver lo que habías escrito.

«Soy de montaña y arena de mar. Te veré en mis amaneceres, te absorberé con la lluvia. No me importa que seamos tan diferentes; porque tu olor me enloquece, tu mirada cuando me reprochas, el sonido de tu garganta cuando te excitas, tu ausencia cuando te concentras. Te quiero tanto, tanto como quiero a Melchor».

Me quedé en blanco. Ya no recordaba lo tú que eras. Empezabas poética y terminabas banal. Queriendo a un rey ficticio y comparándome con él. Muy tú. Me recosté en el suelo, pasando el dedo por cada palabra escrita en la pared. Sin querer evoqué cuando me decías que yo era tu montaña, segura y poco alterable en el tiempo. Cuando te enroscabas sobre mi cuerpo como una serpiente, aspirándome, examinando cada centímetro de mi piel, maravillándote y sorprendiéndote de reconocerme cada vez. Rara de cojones. Aunque reconozco que en esos momentos me sentía bien; muy bien. Llegaste a ser mágica conmigo: nada perfecta, nada perfectos, riéndonos al final de ridiculeces; muy sudados, me dejabas hacer, te dejaba hacer, íntimos como nadie.

Recuerdos que no sabía tan vivos. Fue rápido. Me corrí allí mismo, en el suelo, mirando tu ininteligible letra gigante de muelle que había aprendido a entender, viéndote de nuevo en mi mente con las piernas cruzadas sobre la cama esperándome, con tus tacones, tus calcetines, tu media sonrisa, y nada más.

¿No supe ver que esa era tu manera de quererme?

Tendido en el suelo, vaciado y relajado, mirando el techo, me pregunté si Melchor te habría traído un novio nuevo. Lo descarté: imposible. Un rollo puede ser, pero un novio de seguido, no. No te acoplas a la vida común ni en común.

Oí las llaves y sólo me dio tiempo a sentarme en el suelo. La rubia:

  • ¿Qué haces ahí?
  • Nada, buscando dinero que me ha caído.

Me levanté rápido y le di un beso.

Hoy he tapado tu escritura con pintura; he tenido que darle tres pasadas para que no se notara nada. Habría sido una negligencia dejarla ahí. Y además, eres pasado.

Bueno…

Le he hecho una foto antes de taparla.

No por nada. Por si acaso. Yo qué sé.

Ella es Gabriel.

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